No me gusta estar sola en casa de noche. Que mis hermanas salgan y yo me quede aquí sin hacer nada (nada, porque no he hecho más que mirar un buen rato a la pantalla vacía del pc), ya es bastante deprimente como para que encima me lo recuerden a cada minuto antes de salir.
“Pucha, no vas a hacer nada? Pero no se, invita a alguien para que no te quedes sola”. Como si tuviera a alguien a quien invitar. Peor es cuando mi gemela intenta ser amable por compasión y me invita a unos de sus carretes en que no conozco a nadie, y sabe que me sentiría más incómoda que acá.
Luego viene la peor pregunta que se le podría ocurrir conociendo bien las circunstancias: ¿y no viene ella? Hundiendo su dedo justo en la yaga, justo en la parte que me hace sentir más sola cuando no tengo con quien estar.
Me carga, porque podría no haberme sentido tan mal, pero con sus frases ponen una connotación negativa insoportable al quedarse sola, que hizo aumentar esta situación. Y ahora estoy acá sintiéndome deprimida como todos los días de mi vida en que me he quedado así, sola en la casa a excepción de mi gata que anda dando vueltas por ahí.
No es puro y simple amurramiento porque no tenga qué hacer. De hecho tengo muchas cosas que hacer que por desgano dejé de lado. No, no es simple amurramiento; me siento mal.
Oigo amenazante cada crujido de un mueble y cada golpe de mi gata jugando con un pinche en la escalera me alarma. De pronto siento como si fantasmas de años anteriores volvieran sin invitación para hacerme sentir lo que antes sentía, cuando me aprovechaba de la soledad para dañarme a mí misma.
A medida que escribo me doy cuenta de que quizás es eso. Quizás el estar sola de noche lo relaciono inconscientemente y de inmediato con esos años de cigarrillos nocturnos y manchas en la alfombra, el lavamanos o las sábanas de mi cama. La soledad en la noche, en esta casa y no otra, está estigmatizada por el pasado que no puedo borrar aunque borrara por fin mis cicatrices.
De todas formas sé que por suerte es algo pasajero, que mañana o en un rato, tal vez me olvide de esta sensación y hasta sienta la necesidad de borrar esta entrada por haber dicho tanto (y a la vez nada, lo sé).
Sábado 28, 22.30 hrs.