miércoles, 30 de mayo de 2007

Introspección (a medias)

Una conversación inconclusa, en menos de cinco minutos hace darme cuenta de algo. Sé que si me preguntaran no sabría de qué hablar ni cómo comenzar un tema. Pero sé y siento que necesito hablar.
Tengo un nudo de palabras en mi garganta, y ni ellas saben qué quieren decir.
Eso es todo. Se trata de hablar, no de escribir.
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Lo intenté. Hoy, no quiero escribir.
(Extraño inmensamente despertar a su lado y conversar de todo largamente).

jueves, 24 de mayo de 2007

Cómo escribir

Siempre se me ha hecho difícil escribir, expresar en palabras coherentes lo que pienso y siento, ya sea en un papel o de forma virtual. Siempre lo ha sido, y más aún cuando esta tarea se me impone, sobretodo cuando se trata de algo más literario que científico o argumentativo, como se me ha impuesto durante estos dos últimos años. Y es que se me obliga a buscar (y lo más difícil: encontrar) esa creatividad en mí que siento extraviada, a hilar palabras una tras otra y que vayan adquiriendo algún significado, porque eso dicen que es escribir, simplemente dejar que las palabras fluyan una otras otra. Yo no creo que sea tan fácil, al menos no para mí; creo que sólo estoy hecha para leer. Mi hermana dice que escribo bien, yo no le creo mucho, sólo leyó sobre la agradable conversación familiar en la once y le gustó, pero es una de hartas, eso no dice absolutamente nada sobre qué tan bien, o que tan mal escribo.

De todos modos, mis habilidades varían según la forma. Esta vez se trata de una crónica, el problema es que nunca he escrito tal. He pasado por escribir mala (horrible) poesía en época de depresión, y luego algún que otro cuento no de lo mejor. No; algún que otro cuento es exagerar, como máximo han sido tres, seamos sinceras.
Lo gracioso es que toda mi época creativa surgió en un mal periodo, pero las palabras se agotaron, los sentimientos se trillaron y ya no escribía más que lo mismo con otras palabras o cambiando el orden. Pero en ese entonces era mi historia y la de una que otra identidad inventada, en las cuales derramaba historias tan trágicas que inevitablemente terminaban en el suicidio. Ahora, ya no se trata de mí.

Focalizar, sí, partamos por eso, que para eso estás escribiendo, niña. Una crónica debe surgir a partir de mi experiencia, podría tomar como referencia cualquier detalle por mínimo que sea que me haya llamado la atención, y a partir de él, hablar, sólo hablar (bueno, escribir). Ya se complicó todo. No encuentro historias, o quizás las tengo. Sí, tengo que tenerlas, pero no encuentro la manera de contarlas y dejarlas dignas de una crónica leíble, y lo peor; que seduzca al lector.

Son tres días de plazo para buscar en lo más remoto de mi misma la esencia creativa, si es que existe tal, sujetarme a ella, dejar todos mis temores y vergüenzas de ser leída por un profesor/poeta (y en realidad por cualquier persona; esto del blog es todo un desafío para de a poco ir despojándome de tales sentimientos) y sentarme a escribir algo decente.

Ves, no llegaste a nada. Mi máximo logro fue una conclusión que ya tenía pensada y debo comenzar a asumir ahora ya. Definitivamente, aunque me gustaría escribir decentemente (y más crónicas porque realmente me gustan mucho), soy mucho mejor leyendo. Para qué tratar el tema de hablar, ahí sí que saldría más mal parada. Para evitar más frustraciones, terminemos aquí.

sábado, 19 de mayo de 2007

Cumpleaños feliz

Fue graciosa la manera en que la conocí. La había visto varias veces en la facultad, mirándola desde lejos porque tu manera de vestir me llamaba la atención. Se vestía de negro y con falda, aunque ya dejó de hacerlo. La conocí en el bus que me llevaría al carrete más fome que recuerde de mi corta vida universitaria, así que el conocerla fue lo mejor del día.
Y adónde vamos? - pregunta el chofer con cara psicópata
Nos miramos con caras de qué miedo!
A Cartagena - le respondemos
Ah, ya - responde él. Enterándose recién del lugar de destino y asustando a las dos niñas que iban de copiloto.
Sí, fue por la fila eterna de dos horas o algo así (puede que exagere por el aburrimiento) y el chofer que ni siquiera sabía hacia donde debía manejar, que comenzamos a hablar y me sentía realmente cómoda por primera vez al conocer a alguien que se asemejaba un poco a mí. Hace poco me dijo que yo hablaba tan poco que pensaba que me estaba asustando, ahora hablo y me río demasiado a veces, y fuerte, y me retan en clases cuando entre conversaciones para no dormir en el intento, mi voz sobresale un poco de las cuatro. Ella es una de las personas especiales que me ha ayudado, aunque tal vez no lo sepa, a ser yo misma en la universidad, a arrancarme todas mis máscaras que me fueron cubriendo al pasar los meses, y saber que sí puedo ser la persona que estuvo todo este tiempo en mí y que no se atrevía a salir por los prejuicios de los demás. Y es que tanta crítica de las apariencias, de que te ves seria, de que eres enojona, solitaria y blablas como esos, muchas veces terminan por hacernos creer que así somos, y que todo lo que tenemos dentro, ese que queremos ser es otro, un otro-no posible, así como self posibles frustrados.
Ella debe estar acostada en estos momentos, con dolor en su panzita justo en el día de su cumpleaños. Aunque no sea quizás tan feliz, le deseo un feliz cumpleaños dentro de lo posible. Se llama Stephi y es la niña más tierna de la universidad, y agradezco mucho al destino o lo que sea, el haberla conocido. Sé que tal vez no comente, pero estoy segura de que es una fiel lectora.
Te quiero mucho niña, feliz cumpleaños ^^

lunes, 14 de mayo de 2007

She's so lovely

Ese lunes era feriado. Mi hermana mayor se había ofrecido para alojarme si quería ir a bailar a Club Miel, tenía que aprovechar ese lunes, por supuesto. Había quedado en ir con mi amiga Claudia y ella el viernes pasado, pero Claudia me dijo a última hora (como siempre) que no iría. Entonces la llamé y me dijo que no sabía si iría. Mientras, yo esperaba como ñoña a ver si iba o no, porque de ninguna manera iba a tocar el violín -que por lo demás no sé tocar- a mi hermana y su novio. Entonces llamó. Todas las veces que hablé con ella ese día -habrán sido dos- me dio cosa, su voz de no quiero hablarte tampoco ayudaba. Entonces me dijo que sí iba, y yo no quería porque me ponía nerviosa, además apenas la conocía, pero sentía que tenía que ir, y haría el esfuerzo por sociabilizar y hablar decentemente intentando vencer mi monga timidez.
Quedamos de juntarnos en el andén de cierta estación.

Lo que yo no sabía es que antes de llegar a la estación acordada, ella ya estaría en el andén, y menos, que estaría en el mismo mirándome hace media estación. Yo había entrado corriendo con mi hermana, dando especies de saltitos como siempre, y me había apoyado en las puertas pensando en que me tendría que bajar en el andén siguiente. Pero cuando íbamos llegando miré el reflejo de mí en la puerta del frente. Ví a alguien con el cuello ladeado que me miraba -quién es- hasta que me di vuelta y la ví. Me sentí la niña más tonta del mundo al verla y darme cuenta que era ella, al ver sus ojos que brillaban y la hacían ver más linda aún. Entonces, lo más probable es que me haya puesto roja e intenté hablar. Ella me hablaba de comer madera y me preguntaba sobre alguna anécdota, yo no decía nada -para variar- aunque le conté de mi cuasi accidente en una escalera de Providencia.

Después de hacer un rato fila en Club Miel me acompañó a casa de mi hermana a arreglarme, luego con mi hermana y su novio tomamos cerveza, mientras le reclamaba ingenuamente sobre mi falda fucsia a tablas que se rompía. Caminamos hacia el Miel, de a poco me iba desinhibiendo gracias al paso de los minutos, y por qué no, de la cerveza. Entonces accidentalmente la chocaba y después, ya no de forma accidental, era para acercarme a ella que yo tenía malo el oído medio, pero ella no lo sabía.

Hicimos fila y ella tenía puesta mi bufanda fucsia que yo patudamente le había puesto. En eso apareció un gay que estaba al igual que casi lo hago yo, tocando el violín. Empezamos a conversar entre todos hasta que salió el tema de lo típico de una conversación de fila en una disco gay o casigay. Mi respuesta fue lesbiana, ya odio a los hombres. En realidad siempre me gustaron las mujeres más que los hombres, era motivo frecuente de pelea con mi expareja, y ahora más que nunca estaba decidida sobre mi lesbianismo. Cuando le pregunté a ella, me dijo que era algo que había estado pensando hace cuatro años y ni ella sabía bien. Entonces reí o sonreí. Bueno, sí, lo admito: me alegré.

Ese gay hizo algo así como un cupido; ustedes hacen linda pareja. Nosotras nos miramos y dijimos que sólo éramos conocidas o amigas. Y bueno, el simpático gay tenía toda la razón.

Ya dentro del Miel, entre roces de manos, mis ganas de besarla y mi impedimento por mi timidez e inseguridad, que no sabía si realmente yo le gustaba, llegó el minuto que jamás voy a olvidar. Tomó mi rostro entre sus manos y me dio el beso más rico del mundo -luego han venido mucho más, sí-. Yo reaccioné torpemente con una frase que tampoco olvidaré y con risas mongas de nerviosismo. Y es que me sentía como entre sueños, realizando algo que había soñado despierta durante toda la noche en esa fiesta. No lo creía en mí. Tampoco lo creía demasiado hasta que me desperté y vi su cara preciosa mirándome; yo toda desastrosa después de dormir en un sillón, con cara de mañana y carrete a más no poder. Pero ella estaba ahí hermosa con sus ojos adorables.´

Su bufanda se quedó en la silla del comedor, se quedó su perfume en ella que estuve oliendo casi por adicción durante todo el día, hasta que ya no lo sentí más. Con su bufanda se quedó todo en mí de ella, se quedaron sus labios en los míos, sus manos entre las mías y su cintura bajo mis manos al ritmo de la música. Se quedó en mi una sensación exquisita que no olvidaré y que mientras escribo me hace temblar de escalofríos, llenándome de deseos de ir corriendo y besarla como esa vez (aunque no tan torpemente, claro).

Ese día le conté a mi hermana, y hasta que no lo dije, me di cuenta de que realmente había quedado como estúpida por ella, con una sonrisa que no desapareció de mi rostro durante todo el día soñando despierta, recordando y repasando cada minuto que me había llevado a ella, tal como lo hago ahora.

Ese día era lunes, al igual que hoy, en que cumplimos nueve meses desde ese primer beso. Y al igual que esa noche, sigo sintiéndome temblar entre sus labios, me siguen encantando sus ojos que no puedo dejar de mirar cuando ella no se da cuenta, me envuelve su aroma dulce y su voz exquisita, más aún cuando me dice te amo.

Mañana son ocho meses de pololeo con mi amor, y esa es otra historia.

domingo, 13 de mayo de 2007

En fin

Tal vez fue la rabia, la impotencia o el sentir que lo que había dicho en ese momento era una indirecta para mí, que en todo caso, sólo yo habría notado. Quizás fue la mezcla de todo lo anterior lo que me hizo enrojecer ante aquel comentario.
No, es más claro aún, me vi en un escenario hablando sola en frente de un auditorio gigante y serio que esperaba mi término para criticarme y decirme cuán mal lo había hecho. Me vi en frente de esas miradas que esperan el error para juzgar, me vi roja ante la situación.

Tomábamos once, comiendo rico (y mucho) en casa de mi abuela. En la mesa mi familia y yo, hablábamos del cambio de colegio de mis primas. Repasando las posibles opciones de los siempre mal ponderados colegios de mi comuna, aparece entre ellas el nombre de un colegio x:

-No, ese sí que no me gusta - dice mi tía. Entonces pienso; no puede decir que el colegio es flayte, con qué moral si los "tele" suelen decorar sus frases, y aún más los garabatos -con los cuales no tengo nada en contra, pero en la mesa y en casa de abuela no son bien recibidos, menos aún adquiridos por sus hijas de doce años- .
-¿Por qué?- pregunto ingenuamente, sin esperar ni remotamente la repuesta.
-Porque me han hablado de ese colegio y dicen que hay mucho gay.

Chann!!!! (imagínese a la que escribe con cara de wtf, subiendo el color al rostro).
Entonces las miradas cómplices de las dos gay de la familia -la linda familia que pretende tener la moral hasta el cuello como para juzgar de esa manera- se miran y piensan entonces; ok, veamos. Y vienen las preguntas, que no piensen mal, si estudiamos psicología algo sabemos del tema, y no sólo por opciones y opiniones personales. Vienen las preguntas que hacen caer en contradicciones de los que tieran piedras y esconden la mano, vienen las preguntas que hacen enrojecerme por la mezcla aquella de sentimientos. Que prejuiciosa, tía; no puedes pensar así (téngase en cuenta que es profesora), ¿se supone que es malo? ¿Que no es un prejuicio? ¿Y qué es entonces?, ¿qué está de moda? Bueno, pero la homosexualidad no es contagiosa. Ah, ¿piensa que es triste tener hijas lesbianas porque no son felices? Pero si la gente que piensa eso es justamente la que no los deja ser felices, ¿que sus hija podrían serlo en ese colegio? Si sabe que no es contagiosa, entonces ¿por qué?. Listo, se acaba el tema, no tiene respuestas fundamentadas, no tiene ni siquiera claridad de lo que dice.

Lo que sí yo tengo claro es que, sin ellos saberlo soy prejuzgada y discriminada en mi propia familia, y que la ignorancia abunda en todas partes. De todos modos, la situación no pasó más allá de enrojecerme, se cambió el tema rápidamente y todos moralmente felices nuevamente.
Aproveché de robar fotos de mi infancia (que escanearé para luego devolver). Me encanta ver fotos y encontrar en cada álbum una foto que no había visto antes, o que al menos no recordaba. Verme en más de tres fotos con dos años nadando en zapatos gigantes (hasta ahora son gigantes para mí) es gracioso, y me dejo llevar por la ternura y nostalgia de esa edad. La nostalgia de los vestidos claros y zapatos de charol, de mi antigua casa y su olor a madera recién encerada, de mi abuela en pie y la ausencia perversa de mi abuelo, de dos niñas con melena oscura que dormían de la mano, porque algo nos uniría siempre, algo más que simplemente el hecho de haber nacido juntas. Es esa unión de miradas cómplices que saben y ven más allá, mucho más.

sábado, 5 de mayo de 2007

Recorridos

Si hay algo que me desagrade al acumularse una tras otra; las mañanas, las tardes, las noches, los días, es la rutina. Es por eso quizás que cambié el recorrido que me llevaba desde la salida de estación Los Héroes hasta mi facultad, por la estación Toesca hasta ella. Al principio surgió sólo para probar cuán cerca quedaba, y así ahorrarme tiempo cuando me atraso, cosa que ahora me pasa más seguido. Y en realidad, no es mucho el tiempo. Pero sigo haciendo el recorrido, y no es el mismo, ese es el punto. Desespera (me desespera) hacer lo mismo todos los días, si hay algo, aunque sea pequeño que pueda cambiar, aunque sea un paisaje por 7 minutos; bienvenido sea éste.
Son cuatro las opciones. Intento intercambiarlas al pasar los días; nunca tres seguidas, nunca todas distintos (luego el jueves sería el mismo recorrido del lunes, y crearía así una nueva rutina). Aunque parezca demasiado simple y digno de un ahogo en un vaso de agua (lo que no es), me alivia un poco en medio de mi sueño matutino. Eso de abrir los ojos, apagar el celular, bañarme, secar mi pelo (que ya es bastante), vestirme, preparar mi desayuno, comerlo en el auto, hacer hora en el consultorio de mi hermana para no morir afixiada en el metro, y luego salir de él, ya es demasiado como para encima repetir cada día el mismo trayecto, y ver al mismo obrero que se para en la esquina a tirar malos piropos, al mismo señor que barre esa vereda de Vergara, y a la misma señora que impregna la calle con ese olor a aceite refrito de las sopaipillas. Y es que no son ellos los que me molestan, es siempre ellos.
El árbol de flores moradas de Vergara con Alameda ya no está por la llegada el otoño, una razón más para olvidarme del antiguo trayecto, y el encuentro en el metro con personas no deseadas también es una. En fin, cambiar el trayecto es agradable, y con él, las caras que veo cada mañana. El problema va a reaparecer cuando tiempo después, ya los trayectos estén tan conocidos que ninguno (de los cuatro) sea nuevo.

martes, 1 de mayo de 2007

El sueño del Caracol




Cortometraje hermoso ToT (y si quieren: mamón).

Se agradece a mi hermana que nunca va a ver esto, que me lo mandó.

Y la polilla siempre estuvo ahí.