jueves, 28 de junio de 2007

Feliz, Feliz, Feliz cumpleaños

(cantando!).


No me equivoqué, puedo decir realmente, por primera vez en mucho tiempo, que fue un feliz cumpleaños.
No había estado sin llorar un 28 de junio hace ya demasiado tiempo, tanto, que no recuerdo.
Fue un día hermoso, lleno de tuto, pero tiene sus ventajas por los cariños ricos de mi novia preciosa cuando descanso en sus piernas.
El estudio me llama y el sueño también, luego habrá alguna entrada decente. Por ahora, gracias amor, gracias a ti fue un feliz cumpleaños.
Me haces feliz con tus detalles. Te amo.

Gracias por entregarme (tu) corazón.

domingo, 10 de junio de 2007

hasta ahora

Hasta que llegó junio. Nunca me gustó, hasta ahora, este mes. El frío gélido que se burla de mi cara dormida en las mañanas y el mes de cumpleaños no son una buena mezcla para esta niña que tiene el complejo de ¡que triste, hoy es mi cumpleaños!. Por alguna razón es deprimente ese día, año tras año se repite la historia del encierro en el baño a llorar. Es ridículo, es un día más, pero me da pena. Particularmente los últimos tres cumpleaños fueron los peores de mi vida. Mientras mi familia cantaba el cumpleaños feliz doble, yo contenía mis lágrimas tras el intento falso de una sonrisa.

Nunca me gustó hasta ahora. Este año los esquemas se rompieron. El frío burlesco no alcanza a opacar los días (y noche) hermosas que he tenido hasta el momento. Su presencia adorable en mi vida me llenó de un calor tibio que no se desvanece por nada. El despertar a su lado como siempre soñé fue hermoso y me quedo con el aroma de su piel y la delicadeza de sus labios hasta tenerla nuevamente entre mis brazos.

Quizás este veintiocho llore por algo inherente e inevitable en mi, pero será sin motivos, sin lágrimas ni rencor guardados. Pero algo me dice que tal vez sea distinto, si este mes partió de manera tan maravillosa y inesperada, en que estuve más con ella de lo que creí que estaría, puede que por primera vez, después de mi infancia, sí tenga un feliz cumpleaños.

sábado, 2 de junio de 2007

La cena

De pronto estaba allí y no había salida. Ella me miraba desde abajo con sus ojitos brillantes de miedo y yo, encogida en lo alto sobre un mueble la miraba con nerviosismo, cuidando de que ningún rastro de mí se viera a través de ese hueco en el que estaba, temblando por el esfuerzo de mantener esa postura. Llegaba su familia y comenzaba a sentarse a la mesa, pensaba que cuando se movieran de allí al fin podría salir, pero sin quererlo comenzaba a llegar más gente. De repente, las dos familias estaban reunidas (la suya y la mía), y yo por supuesto, no entendía nada, porque de alguna forma estaba conciente de que no se conocían. No podía bajar de allí porque a la primera que recriminarían sería a ella sentada entre todos, pero tampoco podría mantenerme por mucho tiempo allí.

Desperté, y mi sueño decía:

Come out! Come out!