Siempre se me ha hecho difícil escribir, expresar en palabras coherentes lo que pienso y siento, ya sea en un papel o de forma virtual. Siempre lo ha sido, y más aún cuando esta tarea se me impone, sobretodo cuando se trata de algo más literario que científico o argumentativo, como se me ha impuesto durante estos dos últimos años. Y es que se me obliga a buscar (y lo más difícil: encontrar) esa creatividad en mí que siento extraviada, a hilar palabras una tras otra y que vayan adquiriendo algún significado, porque eso dicen que es escribir, simplemente dejar que las palabras fluyan una otras otra. Yo no creo que sea tan fácil, al menos no para mí; creo que sólo estoy hecha para leer. Mi hermana dice que escribo bien, yo no le creo mucho, sólo leyó sobre la agradable conversación familiar en la once y le gustó, pero es una de hartas, eso no dice absolutamente nada sobre qué tan bien, o que tan mal escribo.
De todos modos, mis habilidades varían según la forma. Esta vez se trata de una crónica, el problema es que nunca he escrito tal. He pasado por escribir mala (horrible) poesía en época de depresión, y luego algún que otro cuento no de lo mejor. No; algún que otro cuento es exagerar, como máximo han sido tres, seamos sinceras.
Lo gracioso es que toda mi época creativa surgió en un mal periodo, pero las palabras se agotaron, los sentimientos se trillaron y ya no escribía más que lo mismo con otras palabras o cambiando el orden. Pero en ese entonces era mi historia y la de una que otra identidad inventada, en las cuales derramaba historias tan trágicas que inevitablemente terminaban en el suicidio. Ahora, ya no se trata de mí.
Focalizar, sí, partamos por eso, que para eso estás escribiendo, niña. Una crónica debe surgir a partir de mi experiencia, podría tomar como referencia cualquier detalle por mínimo que sea que me haya llamado la atención, y a partir de él, hablar, sólo hablar (bueno, escribir). Ya se complicó todo. No encuentro historias, o quizás las tengo. Sí, tengo que tenerlas, pero no encuentro la manera de contarlas y dejarlas dignas de una crónica leíble, y lo peor; que seduzca al lector.
Son tres días de plazo para buscar en lo más remoto de mi misma la esencia creativa, si es que existe tal, sujetarme a ella, dejar todos mis temores y vergüenzas de ser leída por un profesor/poeta (y en realidad por cualquier persona; esto del blog es todo un desafío para de a poco ir despojándome de tales sentimientos) y sentarme a escribir algo decente.
Ves, no llegaste a nada. Mi máximo logro fue una conclusión que ya tenía pensada y debo comenzar a asumir ahora ya. Definitivamente, aunque me gustaría escribir decentemente (y más crónicas porque realmente me gustan mucho), soy mucho mejor leyendo. Para qué tratar el tema de hablar, ahí sí que saldría más mal parada. Para evitar más frustraciones, terminemos aquí.
De todos modos, mis habilidades varían según la forma. Esta vez se trata de una crónica, el problema es que nunca he escrito tal. He pasado por escribir mala (horrible) poesía en época de depresión, y luego algún que otro cuento no de lo mejor. No; algún que otro cuento es exagerar, como máximo han sido tres, seamos sinceras.
Lo gracioso es que toda mi época creativa surgió en un mal periodo, pero las palabras se agotaron, los sentimientos se trillaron y ya no escribía más que lo mismo con otras palabras o cambiando el orden. Pero en ese entonces era mi historia y la de una que otra identidad inventada, en las cuales derramaba historias tan trágicas que inevitablemente terminaban en el suicidio. Ahora, ya no se trata de mí.
Focalizar, sí, partamos por eso, que para eso estás escribiendo, niña. Una crónica debe surgir a partir de mi experiencia, podría tomar como referencia cualquier detalle por mínimo que sea que me haya llamado la atención, y a partir de él, hablar, sólo hablar (bueno, escribir). Ya se complicó todo. No encuentro historias, o quizás las tengo. Sí, tengo que tenerlas, pero no encuentro la manera de contarlas y dejarlas dignas de una crónica leíble, y lo peor; que seduzca al lector.
Son tres días de plazo para buscar en lo más remoto de mi misma la esencia creativa, si es que existe tal, sujetarme a ella, dejar todos mis temores y vergüenzas de ser leída por un profesor/poeta (y en realidad por cualquier persona; esto del blog es todo un desafío para de a poco ir despojándome de tales sentimientos) y sentarme a escribir algo decente.
Ves, no llegaste a nada. Mi máximo logro fue una conclusión que ya tenía pensada y debo comenzar a asumir ahora ya. Definitivamente, aunque me gustaría escribir decentemente (y más crónicas porque realmente me gustan mucho), soy mucho mejor leyendo. Para qué tratar el tema de hablar, ahí sí que saldría más mal parada. Para evitar más frustraciones, terminemos aquí.
6 comentarios:
A mí me gusta como escribes, porque encuentro que aunque quizás como todos, oculte algunas cosas, me parece sincera, y me gusta como escribe ciertas presonas solamente. Me gusta leerte y este es un comentario de yo no siendo polola de tu :* (en serio)
<:0
Gracias por la última aclaración, si no, no lo creería x).
Ya, ahora tengo un poco más de ánimo de escribir, pero aún no sé qué :P
Gracias amur =*
Listo, no escribí nada nuevo, sólo arreglé la entrada sobre la conversación en la once :B
Y eso sería :V al menos parece crónica
=)
la felicito mi amor :*
x) gracias =*
Merezco premio *O*
Ahhhhhhhhhhh! me fue bien
fue la mejor crónica de la historia xd
Feliz :B
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