domingo, 23 de noviembre de 2008

First song

Primera vez que escribo una canción
y terminé llorando como una niña.

martes, 30 de septiembre de 2008

Dreaming

Con sólo una frase puede hacer que sienta un calor exquisito en mi cuerpo, esa tibieza que siento en sus brazos cuando estoy a punto de dormir. Con esa frase se me vienen imágenes preciosas con ella a mi lado. Es lindo saber que mis sueños son los suyos.

Y con dos años a su lado hace poco cumplidos, esos sueños ya no parecen tan lejanos.

sábado, 12 de julio de 2008

El típico llanto a fin de semestre

Siempre me pasa. El cansancio y el exámen del sábado en la mañana me angustia y eso que no me había dado cuenta. Es tan típico en mí. Eso de querer verla todo el día, sentir que no la he visto hace mil años (desde el lunes) y luego cuando empieza a avanzar la tarde y no logro estudiar, comienza de apoco a invadirme el amurramiento. Entonces cuando la veo, con el no sé qué acumulado en el día, con las lágrimas atascadas más allá de los ojos, cualquier palabra que puediera tal vez molestarme un poco, me hacen cortocircuito, y entonces -aunque sepa que me ama y todas esas cosas lindas que me dice al oído- me empieza a ganar la frustración, la sensación de rechazo. Y me ganan las lágrimas atascadas ahora en el pecho, y después en la garganta, y es entonces cuando exploto.

Sé que no le gusta verme llorar porque le da pena, y no la reto con rabia cuando intenta darme de comer cuando recién estaba ahogada en llanto, sino para que sólo me deje llorar. A veces tan sólo necesito que me abrace cuando lloro y lloro y lloro, sólo necesito sentir que puedo llorar y que no me voy a sentir un problema por ello.

Pero dura poco, ella también llora y de alguna forma de hace sonreír. Y terminamos bailando un lento, girando con la ciudad atrás de nosotras, al ritmo de Desert que me recuerda la primera vez que toqué su espalda bajo su polera, la vez que pensé que estar con (y tener sobre mí) una mujer -con ella y nadie más- era lo más exquisito que me podía ocurrir.

martes, 10 de junio de 2008

dsfdsf

Esto de la comunicación por msn, con espacios en blanco y todo lo que conlleva el hecho de que tan sólo quiera hablar un rato y dependa de él, realmente me frustra.

Creo que comenzaré - en lo posible - a eliminarlo de mi vida.

martes, 22 de abril de 2008

¿Democracia?

Hoy por primera vez (ya, a lo más segunda, aunque no recuerdo) me sentí orgullosa de la gente de Chile -decir orgullosa de Chile, es demasiado-. Me alegré de que 15.000 personas reaccionaran al fin por reclamar su derecho a vivir su sexualidad libremente y a protestar por las horribles consecuencias que traería la prohibición de esas inofensivas dos pastillas, y más aún, por la pseudodemocracia en que vivimos, donde un par de (agregue aquí el insulto) deciden por millones.

Fue mi primera marcha dentro de la mayoría, porque animalistas y gays que efectivamente protestan por sus derechos y por su orgullo, somos pocos. Y entre esa inmensa mayoría que no tenía fin desde donde yo estaba, me encantó ver a niños, hombres, organizaciones unidas por una misma causa, y sobre todo, me encantó ver a una señora de unos 70 años gritando entre la multitud.

Pensé que no iba a llegar después de tener un día del demonio, con mi útero que amenazaba con explotar en dolor por tres horas, y un retraso de 2o minutos a una reunión. Casi me doy por vencida, pero luego de tres analgésicos y varios minutos la cosa fue mejorando.

Que lo vengan a ver,
que lo vengan a ver
Esto no es democracia,
es dictadura del Opus Dei!

sábado, 12 de abril de 2008

Oh, dios mío

Dos horas y media para redactar un resumen de un artículo de 30 pagínas es realmente demasiado. La dejé en la puerta después de un beso de despedida que resumió los besos de una noche, y recolecté todos los textos esparcidos, me senté en el escritorio y comencé. Es cierto que entre tanto recorría sus rincones en mi mente. Pero no, no puede ser sólo eso. Dos meses y medio me hicieron perder el training, y dios mío, lo necesito de vuelta.

Mis dedos teclean cansados ahora de tanto cargar ese lápiz que por mala suerte no es negro, sino gris (como detesto cuando escriben gris), y escriben con la mitad del esmalte rubí que queda, que entre tanto y tanto, me fui sacando de a poco de puro ansiosa y aburrida.
A eso, debo agregar que, siendo las 16.18 hrs, aún no he pasado bajo el agua, y no he almorzado porque en todo ese rato simplemente olvidé a mi estómago.

Sería maravilloso que en una hora todos los resumenes que faltan estuvieran listo, y que el día pase rápido para encontrarme bailando con ella, y saltarme toda esta lata y cansancio que es un día de resúmenes.

Es hora de continuar.

jueves, 10 de abril de 2008

Un día más

Me gusta la idea de que con ella hago cosas que jamás haría, porque simplemente no se me ocurren o llaman la atención. Esta vez me encontré en el Patio de los Naranjos a su lado. No creí que realmente quería entrar, y después de que nos diera vergüenza decidimos entrar. Nos recibió una carabinera que no quiso revisar mi mochila porque estaba tan cuidadosamente ordenada que le dió pena desarmarla. Era gracioso para mi estar allí, ella, la anti-patria en la Moneda. Pero resultó lindo, aunque la gran novedad era que Oh! habían muchos naranjos. Y una pileta que no me convenció de tirar una moneda, más bien me recordó a mis deseos ocultos de niñez de sumergirme en una y sacar cada una de las monedas de peso, cinco y diez pesos.

Me gusta también sentarnos en una banca, comiendo galletas que reparten migas hasta en mi nariz, y ver a los perros vagos de la Plaza de la Constitución jugar entre ellos, y ehrm, algún que otro intento fallido de otras cosas.

Me gusta sentir que, aunque tenga que esperar tres metros en Vicente Valdés para poder llegar a mi casa, no se me frunza el ceño, ni se amargue mi boca ni maldiga por dentro. Me gusta estar entre esas personas y sentirme contenta a pesar de todo. Y luego, cinco estaciones más allá, esperar una micro que cierra sus puertas en mis narices porque no cabe ni un pié más, y tener la suerte de que inmediatamente pase otra. Se siente bien poner mis audífonos y escuchar la voz del tipo que canta como gay de Dream Theater y sentirme cansada pero bien al fin.

Y para terminar, me encanta que al llegar y abrir menssenger, lo primero que vea sea su mensaje de buenas noches, diciéndome mil cosas lindas que hacen brillar mis ojitos e imaginarla en frente y así poder abrazarla y darle mil besitos más de los que pude robarle hoy. Sí señorita/s, soy toda una mamona, pero una mamona feliz.

martes, 18 de marzo de 2008

Just this.

Al final, esperar una noche para enfriar mi cabeza ( o tal vez dejar que se fuera el frío de mi, no lo sé, es confuso), dejar una horas, mirarla los ojos, tocar sus manos, sentir la tibieza de su pecho al apretarlo contra el mío y un lugar agradable era todo lo que necesitábamos.

Tardo en recordar que las palabras a veces son lo menos importante.

lunes, 25 de febrero de 2008

..

El viaje era de seis horas en total, desde la casa arrendada en La Serena hasta Santiago. Nos detuvimos sólo dos veces en el camino, la primera en un pronto para comer alguna cosa sin carne y luego en Quinta Normal. Allí dejamos el auto cargado con un poco de temor porque la mitad del equipaje venía en los asientos. Estacionamos a una cuadra del Hospital San Juan de Dios, ese que veía cada domingo camino al ciclo de Almodovar en Matucana. Ahora supe qué era, aunque nunca tuve la intención de conocerlo por dentro. Pero allí estaba mi tío, y aunque no lo sea, es el único de los dos que tengo que merece llamarse abuelo.

Todo comenzó (la peor parte) la semana pasada en que mi madre recibió una llamada. La quimioterapia que intentaba destruir el cáncer linfático había logrado destruir mucho más que algunas células. Sus defensas estaban tan bajas que una fiebre lo mandó directo a urgencias. Mis papás se gastaban los minutos del celular estos últimos cinco días preguntando por su estado, y el panorama no se veía nada de bueno, como dijo mi abuela, que a estas alturas con tanto cáncer ya tiene depresión.

Entramos al hospital y nos encontramos con ella. Teníamos que subir de a uno y ponernos una mascarilla. Éramos cuatro; mis papás, mi hermana y yo. Fui la última. Yo quería verlo. Días antes había soñado que una llamada por celular nos comunicaba su muerte. Quería estar con él pero cuando mi hermana subió me puse nerviosa. Pensé en qué decir, en cómo actuar. No llegué a nada, no me dio el tiempo para pensar en qué decir para que se sintiera bien, o en qué no decir para que no recordara lo mal que estaba. Y es que nunca me había enfrentado a esto y me daba miedo lastimarlo por cualquier cosa, nunca había enfrentado la posibilidad –ahora que tengo más conciencia d elas cosas- de que alguien querido podría morir.

Llegó mi turno y subí. Encontré el pasillo y los nervios comenzaron a aumentar. Mientras caminaba se me apretó el pecho, ese lugar no era como la recepción del primer piso. Era un pasillo hostil, con paredes que parecían descuidadas y sucias, y personas enfermas que se veían a través de las grandes ventanas de cada habitación. Sentí enrojecer mis mejillas y ese brillo en mis ojos indeseable. Llegué al último pasillo y lavé mis manos con jabón. Las indicaciones fueron a la izquierda, segundo piso, derecho, al fondo. Seguí al fondo, pero realmente no era al fondo y él ya me estaba mirando hasta que me devolví y lo vi. Pero entretanto, había alcanzado a ver a una señora atendida por una enfermera y a un señor que no pasaba de los 60 años con la cabeza completamente calva. Me puse la mascarilla y entré. Lo ví con su pelo más canoso que nunca, que antes de que su cayera de a poco era negro y contrastaba con sus ojos azules, que ahora habían perdido un poco el brillo, pero hacían el esfuerzo por brillar aunque sea un poco a la par de la alegría que podía sentir al recibirnos como visita. Besé su mejilla a través de la mascarilla y apoyé mi mano cerca de la suya. Él apoyó su mano caliente por la fiebre en ésta, y con mi otra mano la cubrí. Así nos quedamos el resto de los pocos minutos que duró la visita. Me contó que la fiebre era tal alta que menos mal que alcanzó a llegar, porque o si no, ya estaría en el cajón, como me dijo. Se veía tan delgado y débil que intenté cuantas veces pude decirle que ya estaba mejor con una sonrisa que no se veía por la mascarilla calurosa, pero que sé que alcanzó a sentir. Le dije que lo quería mucho, y esta vez no me costó decirlo. Me despedí con otro beso cubierto de tela blanca, lavé mis manos y cerré la puerta. Salí del pasillo con un nudo en la garganta que amenazaba deshacerse en lágrimas en cualquier momento, pero me contuve. Al llegar abajo mi mamá hablaba de él con sus ojos llorosos y nuevamente hice el esfuerzo por ahogar el llanto.

Ahora, recién después de cinco horas -mientras escribo- estoy dejando salir algunas lágrimas, pero ni eso puedo tranquila porque no quiero que vean mis ojos enrojecidos y temblorosos. Estoy tragando junto a las lágrimas las circuntancias. No imaginé verlo así nunca, y espero que el digasnóstico de que está mejor continúe hasta que salga de ese lugar que en vez de dar esperanzas a las personas enfermas, pareciera ser una señal de ir preparándose para lo peor.

viernes, 15 de febrero de 2008

Home

De pronto estoy de vuelta. Curioso, justo cuando ya los bolsos están listos esperando a partir. Son tres; uno con toda la ropa que tengo y no es harta; otro con cuadernos, mp3, cosas para no morir de aburrimiento y su chaleco para pegar todos los días mi nariz y mi rostro entero a su perfume y así sentirla un poco menos lejos de mí; y el último con cosas para el baño que ocuparé durante 10 días -que probablemente serán treinta o más para mí-.También espera de pie mi guitarra –que emocionante poder decirlo- y mi gata que me mira con cara es tarde, vamos a dormir. Tanto bolso, cuadernos, música, etc, y aún siento que dejo todo acá, que falta mucho por llevar, pero podría darme unas diez vueltas más y no sabría como llenarme yo misma para poder partir tranquila y decir felices vacaciones. Y es que mis ganas no están listas, se agotaron en las mini vacaciones que he tenido con mi familia, dos de las cuales, interceptadas por sus vacaciones, nos alejaron por más de diez días.

Sí, si sé que no es la mejor cara para intentar pasarlo bien, aunque quizás lo pase a ratos. Pero mi felicidad y mis ganas se quedaron en sus besos húmedos de los pocos pero exquisitos días en que estuvimos juntas. Fueron tan sólo tres, pero fui solo para ella. Me quedé en sus brazos que no quería soltar al despedirme de pié contra la pared, me deshice en su piel y en sus ojos brillantes que decían estar enamorada de mí. Dejé todos mis sentidos en su aroma y me quedé entera en sus temblores exquisitos.

Estuve en ella y ahí me quedé, porque juro que no he dejado de pensarla y sentirla. Ahora no sé qué claudia es la que irá de viaje a la Serena, porque definitivamente estaré la mayor parte del tiempo repasando mis recuerdos.
Intentaré ser paciente para que llegue el término del décimo día. Ella me dijo que me preparara para la vuelta. Yo me estoy preparando desde que la sentí después de tanto tiempo.

Nunca había celebrado un día de San Valentín, y sin pensarlo resultó el día más lindo y exquisito de mi corta estadía. Resultó más feliz de lo que esa frase "feliz día" podría desear.