Ya van más de dos meses desde que no he vuelto a escribir: escribir, ni siquiera en mi cuaderno - ahora, mezclado entre todos lo demás-. Y no es precisamente porque no haya pasado mucho en mi vida, es más, creo que cuando más pasan cosas es cuando menos puedo palabrear sobre lo que estoy sintiendo o pensando.
Es el tema de mi vida -el de las palabras-, lo malo que pasó hace un tiempo entre nosotras, lo malo que pasa aún en esta casa, me lleva hasta el colapso y las palabras se revuelven dentro de mi garganta hasta formar un nudo que paraliza mis dedos y mis labios. Pero es cierto, todo eso pierde importancia (pero no del todo) al lado de lo feliz que puedo estar con ella, que por cierto, al intentar decirlo ya no sé por dónde comenzar.
Esa mujer sentada todos los lunes al otro lado de ese incómodo escritorio me reclama que contesto puros no sé a sus preguntas, el problema no es que no sepa, es que no sé decir. Ningún ratón llegó a comer mi lengua (que dicho más feo ese que inventaron). Es que de tanto no decir, ya realmente no sé decir (ahora es cuando pienso que tal vez hasta yo sea mi mejor psicóloga, eso es cruel porque todo se vuelve menos solucionable).
Así que volvamos a intentarlo, a aprender a decir nuevamente (no sé cuando volví atrás, fue mucho antes de dos meses), a poder escribir lo feliz que me siento y lo miserable en algunas pocas ocasiones, a dejar fluir mis dedos sobre el teclado y el lápiz entre ellos. Si lo logro, alguna vez, tal vez, logre deshacer a más de algún elefante.
Es el tema de mi vida -el de las palabras-, lo malo que pasó hace un tiempo entre nosotras, lo malo que pasa aún en esta casa, me lleva hasta el colapso y las palabras se revuelven dentro de mi garganta hasta formar un nudo que paraliza mis dedos y mis labios. Pero es cierto, todo eso pierde importancia (pero no del todo) al lado de lo feliz que puedo estar con ella, que por cierto, al intentar decirlo ya no sé por dónde comenzar.
Esa mujer sentada todos los lunes al otro lado de ese incómodo escritorio me reclama que contesto puros no sé a sus preguntas, el problema no es que no sepa, es que no sé decir. Ningún ratón llegó a comer mi lengua (que dicho más feo ese que inventaron). Es que de tanto no decir, ya realmente no sé decir (ahora es cuando pienso que tal vez hasta yo sea mi mejor psicóloga, eso es cruel porque todo se vuelve menos solucionable).
Así que volvamos a intentarlo, a aprender a decir nuevamente (no sé cuando volví atrás, fue mucho antes de dos meses), a poder escribir lo feliz que me siento y lo miserable en algunas pocas ocasiones, a dejar fluir mis dedos sobre el teclado y el lápiz entre ellos. Si lo logro, alguna vez, tal vez, logre deshacer a más de algún elefante.
5 comentarios:
Ladybug: a veces la vida parece un agujero negro, sin salida. Pero es desde allí desde dónde se puede construir luz duradera. Tranquila... pero diciendo y diciéndote bien sinceramente. Después recién se puede andar con paso seguro y tranquilo. Nunca clausures la palabra. Pasate por nuestro blog, si tenés ganas; somos una familia lesbiana con dos maravillosas hijas. Mucho nos costó llegar hasta acá, pero se puede y se debe hacer el intento, porque valen los esfuerzos y el dolor en la felicidad de hoy. Dale. Un abrazo fuerte del otro lado de la cordillera. Ana y Paula.
Ana y Paula, muchas gracias por sus palabras, no clausuraré las palabras, sólo se quedaron estancadas por un tiempo y ahora intento sacarlas, y más que antes. De hecho, creo que porque me cuesta escribir, se malinterpretó, quizás, lo que dije. Estoy bien, me siento feliz, un poco intranquila a veces, pero eso no sobrepasa todo lo demás :)
mi mur, a mi me encanta leerte, especialmente cuando cuenta sus días y todo lo que pasa por su cabeza :3
le tengo un regalo >:3
está precioso el regalo ^^
ta mamón el regalo TOT
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