"Paralelamente, el pequeño elefante comenzó a crecer. Al principio muy poco, algo difícilmente perceptible. Después de unos días era más grande que el salero, y comenzaba a notarse....Toda la semana sucedió lo mismo. Comíamos, mirábamos hacia donde estaba el elefante, y luego seguíamos hablando de cualquier cosa, como si no lo hubiésemos visto."
-Andrea Maturana, No decir -
Me senté frente a ella y su voz suave que se extiende hacia a uno como si supiera que cualquier palabra podría herir; cualquier tono más alto, provocar una defensiva; como si intentara a acariciar regalando algún tipo de consuelo. Cuéntame de ti, me dijo, y mientras ordenaba mi historia infantil, familiar y mental, intentando escoger las palabras adecuadas, fueron apareciendo (o despareciendo) los silencios de mi vida.
Y es que son tantos los elefantes que se han instalado en esta casa y en mi vida. Hay uno entre mis sábanas que de apoco a ido disminuyendo de tamaño amenazado a muerte por las palabras y mi promesa. Otro se encuentra en el dormitorio de mis padres, no se si todos lo han visto, quizás lo han hecho, pero yo he visto más en él, más de lo que quise por una casualidad. A éste lo pillé desprevenido un día cualquiera debajo de las mentiras repartidas encima de la mesa y me obligó a guardar silencio, me dijo que aunque todos los vieran, nadie debía conocer su real porte, entonces como por arte de magia se encogió ante los ojos de los demás, pero no de los míos. El tercero aún se encuentra entre la casa de mis abuelos y la mía, éste puede ser uno de los más grandes, y la señorita de la voz suave lo notó y yo también por la cantidad de pañuelos desechables que iban apareciendo entre mis manos. A esté lo han visto mis hermanas y mi madre, aunque todos creen que es una ilusión mía y de mi hermana, dicen que son inventos de nosotras, son rollos, que no existe ningún elefante allí, que no le digamos al papá porque podría asustarse e incluso enojarse por nuestras alucinaciones. Es por esto que es uno de los peores, es por la impotencia de que nadie nos crea, del silencio a medias, el muy descarado se cree con el derecho de amenazarnos si lo revelamos, y lo peor es que lo logra.
Son tantos los elefantes que se comerían a todas las entradas anteriores si los dejo entrar aquí. Son tantos que esta sesión dolió y harto, no importa que esté feliz ahora, eso nunca ha importado cuando se trata de desenvolver silencios en esas consultas. Duele porque aunque sonría hoy y me sienta al fin bien, el pasado se quedó latente. Extraña forma la suya de ser pasado si nunca quedó atrás. Me esperan días de episodios no resueltos, temas nunca hablados, de trabajar para superarlos de una vez por todas. Tengo esperanzas en derrotar siquiera alguno de esos elefantes impertinentes, de poder quitarlo de mis sábanas, de tomarlo entre mis manos y arrancar su arrugada trompa y luego botarlo al papelero, de decirle hasta nunca, no fue un gusto conocerlo, pero un placer haberlo deshecho.
-Andrea Maturana, No decir -
Me senté frente a ella y su voz suave que se extiende hacia a uno como si supiera que cualquier palabra podría herir; cualquier tono más alto, provocar una defensiva; como si intentara a acariciar regalando algún tipo de consuelo. Cuéntame de ti, me dijo, y mientras ordenaba mi historia infantil, familiar y mental, intentando escoger las palabras adecuadas, fueron apareciendo (o despareciendo) los silencios de mi vida.
Y es que son tantos los elefantes que se han instalado en esta casa y en mi vida. Hay uno entre mis sábanas que de apoco a ido disminuyendo de tamaño amenazado a muerte por las palabras y mi promesa. Otro se encuentra en el dormitorio de mis padres, no se si todos lo han visto, quizás lo han hecho, pero yo he visto más en él, más de lo que quise por una casualidad. A éste lo pillé desprevenido un día cualquiera debajo de las mentiras repartidas encima de la mesa y me obligó a guardar silencio, me dijo que aunque todos los vieran, nadie debía conocer su real porte, entonces como por arte de magia se encogió ante los ojos de los demás, pero no de los míos. El tercero aún se encuentra entre la casa de mis abuelos y la mía, éste puede ser uno de los más grandes, y la señorita de la voz suave lo notó y yo también por la cantidad de pañuelos desechables que iban apareciendo entre mis manos. A esté lo han visto mis hermanas y mi madre, aunque todos creen que es una ilusión mía y de mi hermana, dicen que son inventos de nosotras, son rollos, que no existe ningún elefante allí, que no le digamos al papá porque podría asustarse e incluso enojarse por nuestras alucinaciones. Es por esto que es uno de los peores, es por la impotencia de que nadie nos crea, del silencio a medias, el muy descarado se cree con el derecho de amenazarnos si lo revelamos, y lo peor es que lo logra.
Son tantos los elefantes que se comerían a todas las entradas anteriores si los dejo entrar aquí. Son tantos que esta sesión dolió y harto, no importa que esté feliz ahora, eso nunca ha importado cuando se trata de desenvolver silencios en esas consultas. Duele porque aunque sonría hoy y me sienta al fin bien, el pasado se quedó latente. Extraña forma la suya de ser pasado si nunca quedó atrás. Me esperan días de episodios no resueltos, temas nunca hablados, de trabajar para superarlos de una vez por todas. Tengo esperanzas en derrotar siquiera alguno de esos elefantes impertinentes, de poder quitarlo de mis sábanas, de tomarlo entre mis manos y arrancar su arrugada trompa y luego botarlo al papelero, de decirle hasta nunca, no fue un gusto conocerlo, pero un placer haberlo deshecho.
3 comentarios:
El cuento del elefantes es uno de los mejores de ese libro q me prestaste.
No dejes que crezcan los elefantes T__T
besho :*
>:0
murrr
sale a carretear y se olvida de mi T^T
te amu :*
salí a carretear, pero no me olvidé de ti TOT
te amo =*
no me gusta eso de la propaganda hasta en los blogs >:0
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