miércoles, 25 de julio de 2007

No decir

"Paralelamente, el pequeño elefante comenzó a crecer. Al principio muy poco, algo difícilmente perceptible. Después de unos días era más grande que el salero, y comenzaba a notarse....Toda la semana sucedió lo mismo. Comíamos, mirábamos hacia donde estaba el elefante, y luego seguíamos hablando de cualquier cosa, como si no lo hubiésemos visto."
-Andrea Maturana, No decir -

Me senté frente a ella y su voz suave que se extiende hacia a uno como si supiera que cualquier palabra podría herir; cualquier tono más alto, provocar una defensiva; como si intentara a acariciar regalando algún tipo de consuelo. Cuéntame de ti, me dijo, y mientras ordenaba mi historia infantil, familiar y mental, intentando escoger las palabras adecuadas, fueron apareciendo (o despareciendo) los silencios de mi vida.

Y es que son tantos los elefantes que se han instalado en esta casa y en mi vida. Hay uno entre mis sábanas que de apoco a ido disminuyendo de tamaño amenazado a muerte por las palabras y mi promesa. Otro se encuentra en el dormitorio de mis padres, no se si todos lo han visto, quizás lo han hecho, pero yo he visto más en él, más de lo que quise por una casualidad. A éste lo pillé desprevenido un día cualquiera debajo de las mentiras repartidas encima de la mesa y me obligó a guardar silencio, me dijo que aunque todos los vieran, nadie debía conocer su real porte, entonces como por arte de magia se encogió ante los ojos de los demás, pero no de los míos. El tercero aún se encuentra entre la casa de mis abuelos y la mía, éste puede ser uno de los más grandes, y la señorita de la voz suave lo notó y yo también por la cantidad de pañuelos desechables que iban apareciendo entre mis manos. A esté lo han visto mis hermanas y mi madre, aunque todos creen que es una ilusión mía y de mi hermana, dicen que son inventos de nosotras, son rollos, que no existe ningún elefante allí, que no le digamos al papá porque podría asustarse e incluso enojarse por nuestras alucinaciones. Es por esto que es uno de los peores, es por la impotencia de que nadie nos crea, del silencio a medias, el muy descarado se cree con el derecho de amenazarnos si lo revelamos, y lo peor es que lo logra.

Son tantos los elefantes que se comerían a todas las entradas anteriores si los dejo entrar aquí. Son tantos que esta sesión dolió y harto, no importa que esté feliz ahora, eso nunca ha importado cuando se trata de desenvolver silencios en esas consultas. Duele porque aunque sonría hoy y me sienta al fin bien, el pasado se quedó latente. Extraña forma la suya de ser pasado si nunca quedó atrás. Me esperan días de episodios no resueltos, temas nunca hablados, de trabajar para superarlos de una vez por todas. Tengo esperanzas en derrotar siquiera alguno de esos elefantes impertinentes, de poder quitarlo de mis sábanas, de tomarlo entre mis manos y arrancar su arrugada trompa y luego botarlo al papelero, de decirle hasta nunca, no fue un gusto conocerlo, pero un placer haberlo deshecho.

domingo, 22 de julio de 2007

Cambio

Pues bien, el cambio llegó y mejor de lo esperado.

Es difícil capturar las escenas, los detalles exquisitos y las sensaciones en palabras que no suenen trilladas ni hayan sido manoseadas mil veces antes para intentar describir los momentos con ella. Y es que esta vez fue más exquisito, más hermoso, más inolvidable que otras veces, y no hay más palabras que reflejen lo más que fue esta tarde.

Esperé dos semanas y media (no soy una psicópata que cuente los días, no) para verla y aún más días para sentir algo más que su mirada sobre mi, que sus labios fugaces entre los míos en un beso oculto, y un poco menos fugaces y más rico tras las puertas de algún lugar.

Quisiera tener en mis manos las palabras adecuadas (se vuelve imposible) para describir lo que siento al tenerla en mi cama -que luego se siente tan vacía sin ella-, al tomar su rostro delicado entre mis manos y besarla, al tendernos allí horas, y que va a llegar mi hermana, y que no importa, que un ratito más. Las palabras pueden incluso volverse un estorbo al intentar decir lo que siento cuando en un susurro me dice te amo, y cuando debo decir las ganas de retenerla entre mis labios cuando llega la hora de irnos porque ya es tarde.

No podría olvidar el día de ayer aunque no sea capaz de escribirlo, no podría porque desde que cerré los ojos anoche no he pensando en nada más, lo he recreado cien veces en mi mente a falta de palabras; desde el almuerzo que no sé si le gustó porque apenas yo sentía sabores, hasta su beso en espera de la micro que tomé algo mareada, no mucho, pero suficiente para escribir un mail que quizás hubiera pensando demasiado en otro momento.

Ahora espero a que venga nuevamente con la excusa de ver The L Word, como excusa y no creo necesario explicar por qué. Estaremos juntas luego de haber almorzado pasto y al término de esta semana podré decir que han sido las vacaciones invernales más tibias de mi vida, pues nunca en un invierno había sentido tanto calor en mi.

sábado, 14 de julio de 2007

Ida al doctor

Eso fue lo peor que pudo decir. Que no importa, que da igual que no tenga problemas y que esté feliz, que el dolor de colon, la dificultad para respirar, el cansancio al caminar y hasta el dolor a las rodillas, junto a los antecedentes de mi abuela, madre y hermana, no son más que síntomas de depresión endógena.

Fue lo peor que pudo decir porque ni siquiera pensó en cómo me sentiría yo y mi madre a mi lado, no pensó en el dolor que vi en sus ojos temblando por contener las lágrimas, en la culpa que imaginé que debe haber sentido por heredarme esto, en mi tristeza por saber que aunque esté feliz voy a heredar esto a alguien, en las ganas que se me quitan de ser madre algún día y darle dolores físicos y psicológicos - o del alma- a otra persona más.

Me jode, me jode realmente que lo "más probable es que sea genético" y tenga que depender de pastillas para siempre, pastillas que desde que me desmayé por primera vez han estado en mi lista negra, y que peor aún, son probadas en ciento de ratas de laboratorio que mueren cada mes para que personas como yo lleguemos y tomemos una de sus asesinas indirectas. Me jode también que con sus comentarios tire a un rincón todo lo que pienso sobre el cuerpo-mente, sobre el todo unido, de que todo está unido y que si está algo bien, lo está todo.

Fue lo peor que pudo haber dicho, porque aunque dijo que si no tenía depresión anímicamente la trasladaría en síntomas como ahora, me he sentido anímicamente mal todo el día.

Lindo comienzo de vacaciones, espero al cambio.